Pues eso, hoy la educación pedía a gritos una reflexión. Dos
citas nos han animado. La primera es de Sócrates y reza así: una vida sin examen no merece la pena ser
vivida. La segunda: ¡Atrevámonos a
hacer popular la filosofía! sale de la pluma de Diderot.
Y eso es lo que hemos hecho. Hoy no hemos ido a clase, nos
hemos puesto en huelga, pero tampoco nos hemos quedado en la cama. Bueno, la
verdad es que no hemos madrugado mucho, pero, eso sí, ahí estábamos todos
puntuales a la hora acordada: las 12.
Hoy nos hemos dado cita y hemos aprovechado para devolver la
filosofía al lugar en el que fue concebida y cultivada: el ágora, esto es, la
plaza del pueblo. Por suerte no nos ha llovido, aunque tampoco hubiera
importado, como ahora comprobaréis. Ahí, en la plaza, hemos emulado a estos
primeros filósofos: Sócrates, los sofistas, Platón…, para recordar que, aunque
la filosofía terminaría acomodándose en academias, liceos y escuelas, fue una
práctica, un estilo de vida, que nació fuera de todas estas instituciones. Por
eso hoy la hemos sacado a la calle. No hemos sido los primeros en colocarla en
un espacio abierto, al aire libre, en acercarla al público –un señor ha
vacilado, pero al final no se ha sumado-, pero sí hemos sido originales. Ahora
veréis.
Desde hace una década se vienen desarrollando una serie de
prácticas que pretenden sacar la filosofía de las aulas y los círculos cerrados
y algo herméticos de iniciados; esto son talleres filosóficos, filosofía para
niños, filosofía con cuentos,…Una de estas iniciativas es el café filosófico.
Esta extraña idea que se inició en 2001 en Francia se
convirtió en un fenómeno social y aún hoy sigue desarrollándose. Desde entonces
se ha extendido por todo el territorio francófono, así como en Estados Unidos.
Empezó cuando en 1992 Marc Sautet, profesor de filosofía de
la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de París, en una entrevista
en la radio contó que tenía por costumbre reunirse todos los domingos por la
mañana en un café de la plaza de la Bastilla para filosofar con unos amigos.
Experiencias similares empezaron a multiplicarse. Había nacido así el café
filosófico. En España, el introductor de esta modalidad filosófica ha sido
Gabriel Arnaiz, quien en 2002 organizó un café filosófico en Sevilla.
Y ahora es cuando entramos nosotros en escena introduciendo
esta idea, no sabemos si en la provincia de Jaén –probablemente no-, pero es
casi seguro que en Mancha Real sí. Aunque hemos ido más allá. Algunos se
acababan de levantar, otros llevábamos ya algún tiempo levantados y ya habíamos
tomado café, que ya no es hora de café, que sí, que da igual, que si son ya las
12, entonces qué hacemos,…Pues ya está, seremos los primeros en organizar Una
tapa filosófica. Sin más titubeos, nos hemos dirigido al bar de enfrente y ahí
cada cual ha parido lo que dentro llevaba. Esa es la forma que ha adoptado
nuestro particular simposio. Por supuesto dialogado, al puro estilo socrático. Y la gran
pregunta que había de sobrevolar el tábano de Atenas no podía hoy ser otra:
¿qué es la educación?
Se han planteado dos bloques de preguntas. En el primero
había que ensayar respuestas a preguntas como ¿qué es la educación?, ¿en qué
consiste educar?, ¿por qué educar? ¿para qué educar? En un segundo bloque nos
hemos cuestionado ¿qué enseñar?, ¿qué hay que saber?, ¿para qué?, ¿quién lo
decide?, ¿con qué criterios?,¿cómo enseñar?, ¿y el lugar de la filosofía?
En primer lugar cada participante ha expuesto sus tesis. En
un segundo momento todos han debido responder a alguna objeción o cuestión formulada
por un compañero. Para finalizar hemos contrastado las conclusiones y
resultados con las ideas de filósofos de distintos períodos, desde la
Antigüedad hasta nuestros días. Viendo de pasada cómo han abordado la educación,
haciendo hincapié en valores como la Razón, la Virtud, la Igualdad, la
Libertad, la Felicidad, la Autonomía y la Crítica, pensadores como Sócrates,
los sofistas, Platón, Aristóteles, Nicolás de Cusa, Montaigne, Kant, Marx,
Ortega, Michel Foucault, Fernando Savater…
Todo ello queremos que quede publicado en breve, aquí en
esta entrada del blog, en forma de diálogo, a lo platónico, devolviendo la
filosofía al género literario que la vio nacer. Su título podría ser –aunque
tengo que discutirlo con mis interlocutores-, Educar para pensar. En ello
estamos.
Chicos, muchas gracias, me habéis regalado uno de mis
mejores días como profesor de filosofía. Y encima me habéis pagado el vino.
Inolvidable.
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